El poder de la excelencia

Es muy fácil percibir cuando la cultura de la excelencia está implantada en una organización por las actitudes positivas y responsables enfocadas al logro que se observan desde la recepción hasta el despacho del presidente.

También es fácil de percibir cuando la excelencia es únicamente un slogan colocado en la puerta de entrada o en la Sala de reunión del Consejo, por las actitudes preventivas, egocéntricas y desinteresadas que se extienden a cualquier nivel de la organización.

Las organizaciones excelentes son aquellas que de una manera consistente son capaces de alcanzar resultados superiores. Son organizaciones que sobrepasan sistemáticamente los requerimientos establecidos y las expectativas más exigentes.

La diferencia entre una excelente organización y una buena organización es la excelencia. Porque la excelencia es lo que hace a una organización excelente.

La excelencia produce resultados extraordinarios debido a su enorme poder de influencia en todos los estamentos de la organización. Para ello se requieren actitudes proactivas y acciones que prioricen el interés colectivo a los intereses individuales.

Poner en el centro de la acción diaria la mejora continua en las acciones que se llevan a cabo, siempre es posible para todo el mundo y para toda empresa, independientemente del nivel de su gestión o de sus resultados; porque la excelencia no es un valor absoluto sino que es un valor incremental.

Implantar la cultura de la excelencia en una organización requiere convertir las declaraciones bienintencionadas de la “misión corporativa” en acciones efectivas que produzcan resultados excelentes para la organización y que sean considerados éxitos individuales por cada una de las personas que la componen.

Para ello es necesario crear los elementos intangibles impulsores del cambio permanente hacia rendimientos superiores, que reportan a las personas sensación de logro compartido y orgullo de pertenencia.