El acceso al poder

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Hay básicamente dos vías de acceso al poder efectivo en una organización. La vía del saber y el conocimiento; y la vía del reconocimiento formal por parte de la organización. El primero se gana, el segundo se concede.

Ambos; conocimiento y reconocimiento orgánico, son necesarios para un ejercicio efectivo e influyente del poder.

Y lo conveniente es que esta confluencia de ambos ocurra en las mismas personas. Porque el poder orgánico sin conocimiento es un poder ficticio. Mientras que el conocimiento sin poder formalmente reconocido se queda en “mero saber”.

En las culturas organizativas sanas el poder se concede al conocimiento. La regla es clara y objetiva; a más saber, más poder orgánico.

En estos casos se generan entornos de confianza que potencian la colaboración interpersonal, aumentan el conocimiento organizativo y se generan organizaciones más eficientes, innovadoras y competitivas.

Por otra parte, en algunas culturas, el poder tiende a concederse como consecuencia de las preferencias o juicios personales de quienes ostentan el poder. Los criterios son subjetivos y menos transparentes.

El conocimiento pierde importancia comparativa como vía de acceso al poder. Las posibilidades de utilizar el conocimiento como instrumento de poder individual aumentan. Como consecuencia se generan organizaciones poco colaborativas.

Con ello el ejercicio del poder pierde efectividad y la competitividad futura se ve afectada negativamente.

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